jueves, 9 de mayo de 2013

La lotería de nacer


A menudo vemos en las noticias cruentas imágenes de atentados en Siria, Afganistán, Palestina… Nos horrorizamos durante unos segundos y continuamos con nuestras vidas, incapaces de empatizar con una cultura, país o pueblo que poco o nada tiene que ver con nosotros. Para ellos el sonido de un avión anuncia un bombardeo, son frecuentes los cortes de electricidad –quien tiene acceso a ella-, el hecho de llevar una temporada sin ver a un vecino significa que, en el mejor de los casos, ha huido y todo el país está sumido en el caos y la destrucción; donde el concepto de "derechos humanos" no significa nada -especialmente en relación a las mujeres- y se vive con la sensación constante de miedo. 

La población civil se encuentra en medio de una guerra motivada por intereses económicos y políticos; dinero y poder que jamás alcanzarán y que, sin embargo, es la fuente de todo su sufrimiento. Guerras intercedidas por países con ánimo de "civilizar" pueblos que fueron en su tiempo la cuna de la civilización y que, como consecuencia de los constantes conflictos, no han podido desarrollarse.

Sin embargo, en medio de toda esa destructiva situación, las personas continúan con su vida y -lo más extraordinario- es que tratan de mejorar a pesar de todos los obstáculos que encuentran, son capaces de ver la bondad y apreciar las pocas cosas buenas que pueden existir en un ambiente tan hostil y cruel. Han desarrollado la capacidad de ignorar la destrucción y alejarse así de la realidad de la guerra. Quizás sea esa clave: solo se valoran las cosas cuando la posibilidad de perderlas es muy alta.







Por ello, os animo a conocer una realidad tan distinta a nuestro remanso de paz y comodidad; periodistas como David Jiménez o Jon Sistiaga por ejemplo, nos acercan a estos pueblos, de los que podemos aprender bastante, ya que a veces olvidamos la esencia de la humanidad.

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